Miguel Poveda arrasa en una noche de emoción, que dejó enamorado al publico portugués, pero sobre todo al centenar de españoles que acudieron a la cita a arropar a uno de los cantaores más grandes del panorama Flamenco hoy en día.
Si hay algo que no se puede discutir, es que Miguel Poveda, deja huella allá donde va. Sus dimensiones artísticas solo son comparables a la de los grandes mitos de la música, y estamos sobre, todo ante un grande de la historia del Flamenco.
Pero como todos los grandes, su extensión no llegaría a más, si no fuera por el equipo de artistas y personas humanas que le acompañan. La guitarra de Jesús Guerrero, con una técnica y virtuosismo que le hacen ser ya uno de los grandes nombres y referentes de este instrumento, se fusiona a la perfección con la voz del cantaor, llegando a transportar al publico a los café cantantes del XIX.
Esa Malagueña rematada por Abandolaos, con tanta ternura y garra al mismo tiempo. Esos Tangos de Triana que nos hacen recrear las fiestas de las Corralas Sevillanas o las Alegrías con aire de Carraca y sal, rematadas al son más caletero y gaditano posible, hacen que el público llene con un «olé» cada respiración de Miguel que le lleva a marcar cada uno de los tercios.
Pero que harían ellos dos sin un buen sedimento rítmico. La percusión de Paquito Gonzalez, maestro de maestros en crear el «Tempo» perfecto, para que las melodías y los cantes, puedan jugar a su antojo, unido a tres palmeros como Diego Montoya, El Londro y Grilo, de un nivel inigualable, hacen que el cante flamenco cobre un sentido único, cerrando el circulo de la perfección.
Pero Poveda no es solo Flamenco. La copla y los poemas Lorquianos hacen de su espectáculo una perfecta conexión de estilos, que arreglados por el maestro Joan Albert Amargós (piano) y fielmente seguidos por un escudero de lujo, como Antonio Coronel (Batería), crean en cada noche una magía indescriptible en palabras. Solo se puede parar uno a escuchar, observar y deleitarse en cada ritmo, en cada nota musical que crean todos en conjunto.
Todo esto es Miguel Poveda, el artista que hace a su equipo único, y sus músicos, hacen a Miguel inigualable. Por ello la conexión de risas, saludos y abrazos durante las casi 3 horas de concierto, hacen que el público enloquezca y vaya a cualquier parte del mundo a seguirlo. Nosotros en este caso hasta la bella ciudad de Tavira.
La noche se hizo Flamenco en esta pequeña ciudad de pescadores, y el Flamenco enamoró al Fado como nunca lo había hecho antes.
Miguel Poveda volvió a conseguir tocar el cielo, sus músicos terminaron de colocar las estrellas.
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